Estamos finalizando el Año del Caballo de
Madera. El año del Caballo de Madera fue un gran desafío para mí. El Equino me
invitó a subir a su lomo. Y les aseguro que no fue un trote placentero. Me
costó amoldarme a él. Al principio corcoveó encrispado, y casi casi caigo. Les
juro que tuve miedo de terminar estrellada contra el piso, aplastada bajo sus
potentes patas. Me aferré a sus crines –nunca tuve las riendas- y como buena
Mona de Fuego que soy, comencé a copiar sus movimientos. Si él subía, yo subía,
si él bajaba, yo bajaba, si se sacudía de lado a lado, yo me recostaba boja
abajo, sobre su lomo, y acompañaba su vaivén. Hasta que el Equino se acostumbró
a mi presencia, casi casi nos sentimos uno. ¿Será que se dio cuenta que nunca
intenté domarlo?
Y entonces… el Corcel me invitó a viajar… Y
por supuesto que lo seguí! Me llevó a cruzar los mares y a conocer tierras para
mí lejanas. Me acompañaron mi Madre, Búfalo de Fuego, y mi Esposo, Cabra de
Madera. Allí nos esperaba un maravillosa Yegua de Fuego, de bella estampa, llena de bríos. Hoy la recuerdo y todo tiene sentido en mi
cabeza y en mi corazón. La recuerdo a la distancia y siento un gran deseo de
trenzar sus largas crines rubias, y decorarla con moños de colores, celestes,
rosas, blancos…
Hoy el Año de la Cabra me presenta un nuevo
desafío, me trae nuevos proyectos. Los espero con los brazos abiertos.
Les deseo un año maravilloso, Miriam